Estamos enfermos de personalidad
“Pobre ser humano, extraviado hacia fuera, olvidado de sí mismo”. Esta frase la recordé a la mañana siguiente de haber tenido un sueño, que se desarrollaba en un bosque, de noche. Un lugar en el que sentí temor por la oscuridad y por posibles alimañas acechándome desde las sombras. Desperté por la mañana y esa frase vino a mi conciencia rápidamente. La había escuchado de forma susurrante, como si la expresasen los árboles de aquel bosque.
Ahora, algo más despierta, quiero corroborar que es cierto: nos hemos perdido en lo externo. Todos los “males” del mundo vienen de la ignorancia, dicen las tradiciones espirituales. Ignorancia de uno mismo.
Somos semillas y no podemos crecer si seguimos montados sobre lo que dice la mente racional, validando cada punto y cada coma. La mente del homo sapiens ha logrado grandes cosas a lo largo de la evolución humana, pero en el momento actual debe ponerse al servicio de su hermana mayor, la Consciencia.
La mente lógica y racional, es estratégica: divide, analiza y compara. Con esas características es fácil entender porqué el mundo está en caos y el planeta depredado.
Vivimos inmersos en una cultura que nos aliena porque está basada en la personalidad, el falso yo o ego. No se tiene en cuenta al ser que habita en nosotros y que somos esencialmente.
La sociedad actual tiene un halo, o mejor dicho un tufillo, en el que se distinguen aromas de infantilismo, y victimismo, con un trasfondo de conformismo. Me hace recordar aquello que decía Marcuse del hombre masa o unidimensional.
Estos ingredientes nos condenan a vivir una realidad donde la corrupción, la injusticia, la indolencia y la superficialidad son el pan nuestro de cada día.
¿Queremos algo mejor que eso?
Pues debemos hacernos merecedores de una realidad más elevada, coherente y sana. Hágalo usted mismo, -dice la receta.
Que estamos enfermos de personalidad es evidente, la importancia personal es un resorte que está en cada persona, aunque se esfuerce por ser modesta. De hecho, estamos tan familiarizados con el conjunto de creencias, preferencias, fortalezas, gustos, disgustos y aversiones de nuestra personalidad que nos identificamos con ella en automático. Y ahí viene “la ruina”, el estancamiento y la repetición de situaciones de vida. De ahí viene la mediocridad, el “ni fu, ni fa”, “es lo que hay”…
Da lo mismo si el yo es puramente avaricioso, materialista y egoísta, o si es un ego sufriente, quejumbroso, o infantil. La falta de expresión de la esencia, del ser muestra un teatro variopinto en el que el abuso, la corrupción, los conflictos, la pobreza y el sufrimiento están garantizados.
La identificación con lo material, la falta de conexión con el ser interno, la prisa y el estrés nos tiene extraviados de nosotros mismos.
Una cura de silencio e introspección puede ser la entrada e inauguración al Reino Interior.
En estos tiempos, llevar a cabo esta Iniciación es urgente. Estás aquí para eso.
La crisis es global y es una crisis de identidad; de estar identificados con el idiota que todos llevamos dentro.- Puede que alguien se moleste, pero al que le pique, que se rasque.
Fue hace 10 años que leí el libro sobre las Aperturas temporales de Jean Pierre Garnier Malet, que me dejó realmente impactada.
En Cambia tu futuro a través de las aperturas temporales, el físico francés habla de los efectos de la presencia, es decir de vivir de la forma más aséptica posible, sin juicios y malas proyecciones. Lo llamo el punto cero. Punto 0.
Lo voy a explicar a mi manera
Los eventos de la vida nos impactan, descolocan, estresan, a menudo, nos meten en negatividad, y que decir de los medios de comunicación. ¿Verdad?
Vivimos en un mundo que te dice, “piensa mal y aceptarás”. Y creer eso es un grave error.
Es no conocer la ley: “Piensa bien y acertarás”.
Es más, “Piensa y actúa hacia las demás personas de la manera que te gustaría que ellas piensen y actúen hacia ti”.
Las situaciones amenazantes nos desequilibran y ponen en marcha pensamientos nocivos que, a su vez, mueven potenciales de mier..
Lo podemos explicar con el ejemplo de un niño que ha crecido en un entorno tóxico, de abandono y falta de cariño. Con alta probabilidad, tendrá poca confianza en las otras personas, en la vida y en sí mismo. Es probable que tenga hábitos poco sanos y sus pensamientos actualicen potenciales, del tipo situaciones de carencia, necesidad y dolor.
¿Por qué?
Porque el niño del pasado sigue emitiendo esa señal (frecuencia) en el adulto del presente. (Suponemos que el niño ya ha crecido)
La señal que emite cada uno es una afinadísima frecuencia muy personal constituida por multitud de subfrecuencias de pensamientos, emociones, palabras, anhelos, miedos, proyecciones, cuerpo físico, órganos, hábitos, etc…Aquí entra la comida que come el hombre también, si es procesada con químicos y basuras varias, y además bebe alcohol…la frecuencia general tenderá a bajar.
Respecto de este punto, quiero precisar una cosa que es el entendimiento que tengo. Si por ejemplo fumas, es más pernicioso el pensamiento y sentimiento de juicio que tienes acerca del hábito de fumar que la conducta en sí. Yo lo veo así.
Recuerdo una charla de Enric Corbera en la que decía, “Si fumas, cada vez que lo hagas, siente que te estás fumando a Dios, que fumas algo puro”.
Todo lo que vivimos y nos descoloca puede ser equilibrado a través de soltar juicios y pensamientos de ataque.
Pitágoras ya hablaba de esto en sus Versos de Oro; tenemos a disposición el principio vital a través del cual funciona la vida.
Cada cual puede decidir si se enchufa a fuentes de información chungas y distorsionantes, o deja de la Inteligencia, llámalo como gustes, Tao, Dios, Fuente, nos guíe y equilibre.
Yupiiii!! ¡A ponerse manos a la obra!